martes, 30 de mayo de 2023

De la mano, confiando

La serpiente alargaba su cuerpo a medida que pasaban los años. Crecía y cambiaba su piel guiada por paso de las semanas, de los meses. Ciertas pieles eran hermosas, causaban emoción y felicidad en los dueños de aquella mascota tan peculiar, al mirarlas, sus corazones se sentían en paz. Sin embargo, algunos inviernos, su piel se tornaba a un tono ennegrecido, espantoso a la vista y doloroso para el alma. Aun con ello, sus dueños no la abandonaban, no la echaban a la calle por el horrible estado en el que se encontraba. Tan solo esperaba a que el tiempo devolviera la apariencia del animal a su precioso cauce, sin separarse ni dejar de confiar en ella ni un instante. Pues sabían que si no la cuidaban todos los días y le daban la atención que necesitaba, la serpiente acabaría muriendo.

Segunda capa

Desearía retroceder los senderos perdidos del bosque, salir de la cueva recóndita en la que me encuentro, pero una punzada en el pecho se interpone, una respiración entrecortada me frena. Ahora erro entre páramos sombríos y pequeños rincones alentadores, y montañas de miedo me impiden ver lo que hay al otro lado del valle. 
En ese pequeño riachuelo ya ha comenzado la metamorfosis, hay diferentes colores y los que antes eran diminutos renacuajos ahora están cambiando, creciendo. Querría poder pedirles prestado a esas pequeñas ranas el lápiz con el que le dan otra capa de color a sus cuerpos. Las hojas y los pájaros de los árboles en este bonito camino emanan vida, pero en la sombra, desde donde yo observo todo el paisaje, no crecen plantas.

miércoles, 24 de mayo de 2023

Mi mitad está en mí

No somos esa pieza perdida del juego que buscamos que encaje en el hueco perfecto. No somos ese tornillo que solo encaja con una tuerca concreta. Somos nubes que cambian, que se transforman día tras día. Somos esa brisa incesable que recorre calles y valles desiertos. Somos nuestro propio puzle y las piezas están en nosotros, no en los demás. No debemos vivir amarrados a esa insaciable necesidad de atar a alguien a nuestro corazón como un marinero amarra a su barco al puerto porque al final, tan solo somos  cerraduras a las que el tiempo moldea, y a las que depende del momento, pueden ser abiertas por diferentes llaves. Tan solo somos llaves que pueden abrir ciertas cerraduras, pero que se olvidan de cerrarlas cuando deciden marcharse en busca de nuevos cerrojos.

jueves, 18 de mayo de 2023

El parásito

Inconscientemente agarro ese vago gusano que vive en el hueco de la escalera de la esquina y lo estiro sin piedad como si fuera un chicle. Su cabeza y su punta se alejan cada vez más, se van separando lentamente. No se rompe aun poniendo todo mi empeño en partirlo en dos, de modo que decido volverlo a juntar en una pequeña y casi invisible bolita. Redonda y semi perfecta, ocupa un pequeño espacio en ese pliegue especial de mi cerebro, pero sigue estando presente por más que intento disminuir su tamaño. Lo revuelvo de todas las formas que se me ocurren, aunque poco a poco, me desmotivo al ver que sigue intacto, como si los violentos pisotones de mi mente no le hubieran ni rozado. 

¿Es capaz mi alma de pensar? Quizás sí, puesto que el gusano, hijo del cansancio y la apatía, ha nacido allí y no me deja estar en blanco. Desea moverse, sobrevivir alimentándose de la soledad que habita en mi estómago. Quiere existir a costa de mi felicidad.

Con esa última y solitaria sensación clavada como una navaja en el centro de mí, caigo en un profundo sueño del que quizá no despierte nunca, puesto que el pensamiento que ahora me invade es un parásito insaciable.

domingo, 7 de mayo de 2023

Pulmones desgastados

Me prometo que será la última calada, como muchas otras veces he hecho. Me digo que esta vez seré lo suficientemente fuerte como para no dejarme llevar por la tranquilidad que me concibe. Pero el humo violeta lo refrena todo; refrena mi voluntad y refrena mis ganas de permanecer en el presente. Envolvente e interesado, apacigua todas las peleas de mi interior que queman mi alma y me lleva a esos días pasados que con tanto ahínco añoro. 
Desperezado, se mueve conscientemente a mi alrededor y me cubre por completo, en su interior me siento a salvo, increíblemente tranquila. Como si la constante soga mental que día tras día se cierne sobre mi cuello se relajara cuando el humo violeta me deja soñolienta entre mis recuerdos. Aún así, noto al respirar que mis pobres pulmones ya llevan bastante tiempo desgastados, cansados de intentar repetir lo irrepetible, intentando cambiar lo inmovible. Perdida entre risueñas privameras y otoños deshojados, vislumbro la envolvente sonrisa que el humo lila me dedica; y yo, que me considero lectora de sonrisas, aprecio en ella su intención de raptarme allí para el resto de mis días, de acabar de cubrirme con su color morado y de no dejar verme más allá de lo que él quiere. Me da pena, porque a pesar de todo, mi fiel amigo me ha acompañado durante mucho tiempo, quizá demasiado. Pero es que en el fondo de esa polvorienta mueca que la humareda me ofrece, percibo que no debo dejar que nadie, ni si quiera mi propio corazón, me venda humo.

jueves, 4 de mayo de 2023

El secuestro del vacío negro

¿Debería dejarle salir para enfrentarme a él? Sus manos no cesan de golpearme suavemente la espalda, pero de tantos empujones las marcas moradas están dejándose ver a través de mi piel. Sé que llevo ignorándolo demasiado tiempo intentando hacer creer a mi corazón que si no le hago caso se marchará a una esquina de la celda en la que permanece encerrado, pero me estoy empezando a percatar de que sus negros dedos están dejando una profunda huella en mi alma.
Surcado de sueños sin cumplir, ilusiones apagadas e inseguridades inquietantes, ha hecho jirones mi sonrisa día tras día. Y aún así sigo aquí, de espaldas a él, asustada ante una sombra que habita en mis propios pensamientos, rezagada y dándome a entender a mí misma, que nunca conseguiré enfrentarlo hasta llegar a ver que ha saciado su sed. Entonces sentiré como ha matado a las mariposas que trepaban por mi garganta para soltar una carcajada, como ha callado mi forma de contar historias con la mirada, como ha roto la regadera que solía mojar mis mejillas cuando me emocionaba y como ha secado la apacible ola que me inundaba cuando alguien me abrazaba. Su oscuro vacío resultará devastador y su aire ennegrecido por el rencor se colará por cada agujero que ha ido desgarrando en mi interior durante todo el tiempo que he permanecido acobardada.
Llegará el día en el que no quede ni rastro de mí, tan solo mi inquebrantable certeza de que fui mi propio verdugo.