martes, 1 de diciembre de 2020

Los granos

Caminando en el sendero, esperando un "hola" eterno, esperando ese saludo a través de la ventanilla del coche los días de lluvia. Mientras ando, los veo, me alzan la cabeza, me hacen una señal con la mano. 

Y poco a poco, día tras día, me doy cuenta de que crecen, de que se hacen mayores y yo ni lo percibía. Porque ya nada es lo mismo, ahora nadamos en mares distintos. Ya casi ni me ven, pronto acabaré siendo invisible. 

Deseo ese abrazo eterno con todos ellos para guardarlos en un baúl intactos. Pero aún así pasan y pasan los años. Y se van, y se irán. Me quedaré escondida entre las sombras, llorando en silencio la ausencia de aquello que me falta, de ese trozo mío hecho trizas entre la arena de la playa.

Esa playa enmarcada en el recuerdo, arrugada, en una plaza estrecha. Veo un reloj de arena que no para. Qué no cesa su imparable caminata boca abajo, casado con la eternidad.
Entonces, me encuentro dentro de que contador de tiempo. Me doy cuenta. Me estoy ahogando. A cada segundo cae un granito. 
Primero estos me llegan por los tobillos, después por la cintura. Pero finalmente los tengo en la barbilla. 
Inmuta, pienso como ha sido posible haber llegado hasta tal punto. En ese instante, un último grano cubre todo mi cuerpo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario