Hola lectores, esta semana, a petición del Post del Lector... Traigo un relato corto titulado "El vuelo". Espero que os guste.
Algunos desganados, otros impacientes, pero cada uno a su rollo. Sus miradas perdidas intentaban llegar lo más lejos posible, pero una pared amarillenta los frenaba.
La mayoría estaban decepcionados, se veían sus caras de desagrado, aunque a los más alegres un desafortunado trozo de tela les impedía sonreír.
Comenzaron a hablar porque no tenían otra cosa que hacer, mientras el profesor administraba sus expedientes como si fueran un simple registro. Sin embargo, la muchacha de ojos color avellana seguía mirando con desesperación aquel ejercicio tan extraño. Esperaba a que la hora acabara, sabiendo con certeza que al final de la clase ese hueco continuaría en blanco. Cuando apenas quedaban cinco minutos, quiso sacar un cuaderno y comenzar a dibujar un paisaje.
Al día siguiente sucedió los mismo, y al otro, y al otro, cada día ella dibujaba una parte de aquel paisaje que parecía interminable. Pero el miércoles, paró, alzó la vista hacía la ventana de su izquierda y pudo contemplar como una golondrina se acurrucaba en el alféizar, abría el pico para dejar caer encima de su mesa una preciosa rosa, que todavía guardaba gotas de rocío en sus rosadas hojas. La niña sonrió y se colocó la flor en el pelo.
Acabaron las clases de aquel día y la golondrina se encontraba aún allí. Lo que resultaba todavía más peculiar era que, en el momento en el cual la muchacha abandonó el edificio, el pájaro la siguió, pero ella solo se dio cuenta al llegar a casa.
Sintió el impulso de mostrárselo a sus padres para poder quedarse con la majestuosa ave, pero supo que ellos se negarían. De tal modo que abrió su mochila, y como si el pájaro supieran en qué estaba pensado, se metió. A partir de entonces la chiquilla solo le prestaba atención a ella, ella era ya su amiga más fiel y leal, tanto, que nadie podía competir con eso.
En el jardín de su casa, la chica construyó una casa del tamñao de una pequeña habitación subida en un árbol. Dentro colocó un minisillón para ella, juguetes y una cunita para la golondrina. Cada tarde subían allí y charlaban durante horas con la mirada.
De repente, un día, acudió junto a ellas otras dos golondrinas y comenzaron a comunicarse con la amiga de la niña. La humana tardó en aceptar que su compañera tenía que marchar con su raza.
Con una punzada en el corazón, la chica miró a la golondrina, que correspondió su mirada, deseándole la más alta felicidad, pues en sus ojos se leía una profunda tristeza. Acto seguido, el pájaro echó a volar y así fue como nuestra protagonista aprendió que tarde o temprano todo ser prosigue su vuelo.