Hola de nuevo queridos lectores, ¿sabéis que recibí un premio por escribir un cuento de Navidad?, y... ¿qué os parece si os lo enseño? Allá va.
UNAS NAVIDADES LOCAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 7
UNAS NAVIDADES LOCAS
PRÓLOGO
Las navidades no
son un problema si no te escapas al Polo Norte para conocer a Papá Noel.
Todo comenzó
cuando les dije a mis padres lo que quería por Navidad, ¡su cara se puso tan
roja que pensé que desde ese momento sería huérfana! Lo que yo deseaba más era
un viaje al Polo Norte para conocer a la persona que te trae los regalos,
porque no es que no me fíe, pero deberíamos conocer más a la gente, nunca se
sabe si un regalo puede contener un explosivo construido para destruir el mundo.
Eso es tan caro
que ni siquiera Papá Noel lo puede conseguir, o al menos desde el punto de
vista de mis padres. Así que decidí que iba a trazar un supermegaplan secreto
para viajar hasta allí y ser la primera persona en pisar la casa de Papá Noel.
Ya me lo imaginaba, al presidente de España diciendo: - Un aplauso a la primera
persona y mujer en conocer a Papá Noel, Sofía Díaz, pase aquí a dar su
discurso.
¿A que sería
estupendo?, no sabía cómo lo iba a hacer, pero sí que sabía que ese iba a ser
mi mejor regalo de Navidad, ¡y hecho por mí misma!
Bueno, bueno,
bueno, se acercaba Nochebuena y la noche mágica, no se que harás tu en esa
noche, pero yo y mi familia hacemos cada año una cena gigantesca en el desván
de mi abuela. La cosa va así: juntamos como unas doce mesas de plástico (en mi
familia somos un montón), mi abuela y mi madre preparan una comilona con un
montón de cosas como pollo, pescado, ensalada, helado… todos mis primos, mi
hermano Adriano y yo jugamos a juegos que traemos de casa y lo pasamos pipa.
Después de la cena, sobre las doce y media los regalos han aparecido allí y
todos se ponen como locos para abrir los suyos, todos menos mi prima Lucía
(porque tiene solo un añito) y yo, porque me quedaba pensando en cómo hace Papá
Noel para dejar los regalos sin que nadie se dé cuenta. Una razón más para que yo viajase al Polo norte y se lo
preguntase.
Creía que ya era
hora de elaborar el plan, así que me puse manos a la obra:
1º. El 20 de
diciembre compro por internet un billete de avión hacia el Polo Norte, pero lo
hago creando una cuenta nueva en Google, así no dejaré ningún rastro y tampoco
se notará que soy menor de edad.
2º. Al día
siguiente voy a la papelería e imprimo el billete, a continuación lo escondo
debajo de la tabla de madera que se quita del suelo de mi habitación.
3º. La mañana en
que los Reyes Magos vienen a casa me voy por la puerta mientras mis padres
duermen (aunque cojo los regalos que hay debajo del árbol de Navidad para
abrirlos después)
4º. Me monto en
taxi hasta el aeropuerto y horas después… ¡estoy sentada en las rodillas de
Papá Noel contándole todas mis dudas sobre él!
Creí que este plan
era excelente y que nada podía salir mal, aunque tenía que solucionar lo de que
mis padres se dieran cuenta de que no estaba, esos días había estado pensando y
pensé que le diría a mi prima Julieta, que vive en Londres, si quiere hacerse
pasar por mi durante unos días (se parece mucho a mí aunque no seamos hermanas,
el parecido es asombroso, además tiene mi misma edad), ella le dice a sus
padres que los míos le han dejado quedarse por una semana, pero en realidad no
lo saben y de camino, en el avión se disfraza de mí con una peluca y con mi
ropa.
CAPÍTULO 4
Eran las dos de la
madrugada, había comprobado que o tenía todo listo para el viaje, además había
previsto con mi prima Julienta que llegaría aquí a las nueve de la mañana.
Aunque yo me iba antes, pero mis padres a esas horas estarían durmiendo como
troncos. ¡Estaba deseando conocer a Papá Noel y tomarme con él una buena taza
de chocolate caliente humeante…!
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Para cuando llegué
al aeropuerto todo estaba genial, ya me habían revisado el billete y solo
quedaba subirme en el avión con destino al Polo Norte.
Después me senté cómodamente en el avión, olía
a café y a pastelitos, así que me entró hambre. Pero después la ignoré, el
avión despegó y yo me puse mis cascos de música que había traído para no
aburrirme.
El problema fue
que cuando bajé del avión no hacía frío, no nevaba ni tampoco había hielo y
claramente de eso me di cuenta. Aunque lo realmente importante es que
inmediatamente me indicaron que me apartara pues le avión iba a despegar. Yo
muy resuelta protesté, en vano, pues los guardias de seguridad acabaron
consiguiendo que me alejará de allí. Pero después, sin saber todavía donde me
encontraba, pregunté que donde estábamos a una mujer joven que iba con su hijo
y entonces comprendí todo… ¡ME HABÍA EQUIVOCADO DE AVIÓN Y HABÍA ACABADO EN LA
OTRA PUNTA DEL MUNDO!, ¡CHINA!
Poco después
decidí que lo mejor era dar una vuelta para intentar encontrar a alguien que
hablara español y que me ayudara a volver a mi queridísima España.
CAPÍTULO 5
Me encontraba en
la calle, sola y perdida. Hace poco había dejado de vagar por las calles y
estaba sentada en el poyete de una casa, tenía pinta de que allí no vivía
nadie, así nadie me echaría. Pero para mi sorpresa, en un momento dado, un niño
que parecía de mi misma edad, se acercó y me preguntó en español que qué hacía
a allí sentada sola.
Yo me fié de él
porque hablaba español y tal vez me podría ayudar, así que le conté lo
ocurrido. Sorprendentemente otra vez me ofreció su casa para pasar la noche y
por la mañana buscar una solución, además me dijo que su nombre era Chao Baho,
pero todo el mundo le llamaba simplemente Chao.
Después acepté su
oferta y me guió hacia su casa, a sus padres no pareció importarles que yo
pasara la noche allí, más bien parecieron alegrarse de que una española
estuviera en su casa.
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Por la mañana
descubrí que mi sueño había sido bastante profundo y me levanté de buen pie. En
vez de buscar inmediatamente una solución a mi problema con Chao, nos fuimos de
paseo para ver como eran las Navidades allí.
Me llamó mucho la
atención que en Navidad los chinos colgaran serpentinas estrellas y muñecos de
nieve por las calles, puesto que en España solo decorábamos las calles con luces.
CAPÍTULO 6
Ya habían pasado
dos días desde que me marché de mi país, con lo cual, tenía tres días más para
buscar una solución y de paso divertirme un poco.
Al tercer día en
China decidí preguntar e investigar sobre Papá Noel, ya que ese año no tendría
oportunidad de ir al Polo Norte y andando por la calle descubrí un muñeco de un
ciervo dorado con alas colado de un farolillo.
Me resultó muy
extraño porque, ¿Qué tenía eso que ver con la Navidad?, corrí hasta quedarme
sin aliento hasta la casa de Chao y le pregunté sobre aquel ciervo tan bonito.
Cuando me contó
que eso era El Ciervo Dorado, que la mañana del seis de enero traía regalos
todos los niños que se portaban bien. ¡¡¡Entonces me emocioné un montón!!!,
porque aunque no hubiera podido ir al Polo Norte a conocer a Papá Noel, había
conocido a El Ciervo Dorado.
Ya solo me quedaba
un día más para volver, entonces los padres de Chao me habían conseguido un
billete de avión y todo fue sobre la marcha. Pero debo reconocer que me costó
despedirme de mi gran amigo Chao y me hizo prometer que le escribiría por lo
menos una vez al mes.
Al llegar a casa
llamé a la puerta, Julieta salió a abrir se fue corriendo hacia el taxi y yo me
quedé en la entrada de mi adorada casa. Mis padres preguntaron que quién había
venido y yo dije que en realidad nadie.
Al final nadie
sospechó nada de mi viaje a China ni de mis descubrimientos sobre El Ciervo
Dorado, lo que fue una gran alegría para mí.
Espero que os haya gustado mucho. ¡Hasta otra!