Sus miradas son calambres infinitos, pero no de esos en los que apartas el dedo alarmado, sino de los que te atrapan. Son corrientes eléctricas que sanan, que dan la energía que te faltaba, son corrientes que se vuelven adictivas a quien las prueba, pues sirven de medicina para todo aquello que nos duele por dentro. Quien se ha detenido a mirar esos luceros y a escuchar sus miradas una vez, volverán a hacerlo, y sabrán que lo que ofrecen al mundo es único e inimitable. Aunque a pesar de todo, probablemente la poderosa electricidad de esos ojos, provendrán de rayos nacidos en numerosos días de tormenta, y esas densas pupilas han sido las que han realizado la difícil tarea de su energía transformar.