La entrada ganadora es (redoble de tambores)... ¡Relato corto! Así que he escrito uno para esta ocasión.
Espero que os guste el resultado.
Érase una vez dos hermanos que desconocían su unión familiar ya que vivían separados por medio mundo desde su nacimiento. Sus padres, que en aquellos momentos estaban en números rojos, decidieron dar a alguno en adopción y así lo hicieron. Pero después, cuando recuperaron su fortuna perdida, no encontraron a su querido hijo, y después de meses de búsqueda abandonaron a su pequeño.
Uno de ellos, Justin, vivía entre riquezas y comodidades, en la gran ciudad de Nueva York. Como a todo bueno neoyorquino, le gustaban las hamburguesas y la comida basura, ene so consistía su alimentación. Estudiaba en una buena escuela debido a su fortuna y tenía cuanto deseaba, sabía que si le pedía algún juguete o tontería de poca utilidad que luego ni miraría, sus padres no se negarían por demasiado caro que fuera. No le gustaba nada estudiar ni aprender nada, tan solo disfrutaba cuando hacía lo que le venía en gana, así que con algunos de sus poderes para convencer o persuadir a las personas lograba escabullirse de sus tareas y deberes.
Su hermano gemelo, Jacob, tenía una vida y una personalidad completamente distinta a la del otro. Vivía tan modestamente como humildemente en un pueblecito de China, ya que este fue el gemelo que los padres dieron en adopción en su infancia y acabó por allí, por el sur de aquel país.
Al contrario que a su hermano, a él le encantaba acudir a la escuela cuando podía, ya que había días que debía ayudar a sus padres a trabajar en la casa. Amaba las matemáticas como así mismo y apreciaba la literatura con el corazón en mano. Su familia adoptiva no tenía mucho dinero, pero se las apañaban como podían de trabajo en trabajo y de recado en recado, nunca llegaron a tener un negocio estable.
Ilustraciones Marina Marín |
Justin perdió la paciencia y furioso gritó que él no tenía ningún hermano, era hijo único y aunque fuera así, jamás haría caso a un libro parlante. Al libro pareció no afectarle mucho, de modo que siguió divulgando su mensaje por todo el cuarto, cada vez con un tono de voz más irritante. Hasta que Justin no pudo aguantar más y chilló: -¡Está bien, haré lo que me pidas pero por Dios, haz el favor de callarte de una vez por todas!
Entonces el libro calló y le dio las instrucciones que necesitaba para encontrar a su hermano.
Debes encontrar a tu hermano en un libro, sé que no sabes como es, ni siquiera su nombre así que te daré una pista, es una buena persona. Tendrás que leer muchos libros hasta encontrar el adecuado y saltar sobre él, de esta forma te transportará hasta tu hermano. Después debes traerlo contigo de vuelta. Si no haces lo que te digo, pagarás las consecuencias.
Justin se resignó a seguir sus indicaciones por miedo a que volviera a insistir con su pesado mensaje. Para nuestra sorpresa, ni corto ni perezoso comenzó a leer todos los libros de su estantería de muy mala gana. Al principio solo leía un poco el principio y otro poco del final, pero libro tras libro leía más y más, casi le cogió mucho gusto, tanto que cuando encontró el libro se juró a sí mismo que jamás dejaría un día sin al menos haber leído cinco páginas.
Logró encontrar a su hermano, y con ayuda de sus padres lo trajo de vuelta a su hogar. Jacob le enseñó a apreciar los valores del aprendizaje y la enseñanza y juntos, aprovecharon y disfrutaron sus vidas mejor que cualquier pareja de gemelos.
Gráfico del mes de abril de "El Post del Lector" |